Ir al contenido principal

CHENCHA MY LOVE


Recordando a mi amiga CHENCHA

Recuerdo llegar a la casa después de haber estado fuera de la ciudad, Israel me dijo: ¡Mira quien llego! En el patio de atrás, entre unas piedras dentro de una cubeta blanca, estaba quien se convertiría en mi amiga por más de 8 meses. Una lagartija grande, de collar negro en el cuello, escondida con ganas de no ser molestada ni admirada por nadie. Le pregunté a Isra que cómo había llegado, me respondió que ya estaba ahí cuando él llegó a casa, quizá entró por el patio de atrás, bueno cayó por el patio (de casi tres pisos de altura). Así fue como CHENCHA llego a nuestras vidas.

Pasó un largo tiempo en el patio. Salía a tomar el sol, a mover un poco ese cuerpecito grisáceo y a comer, nunca supimos que comía, insectos seguramente, pero nunca la vimos comer. Después de unas semanas se animo a meterse a la cocina, aprovechaba que no estábamos en la casa para entrar y acercarse a la bolsa de basura orgánica, a comer los mosquitos y hormigas que se reúnen ahí, en cuanto escuchaba pasos salía corriendo al patio a esconderse en su cubeta blanca. 

La cubeta blanca de chencha

Así pasó, aproximadamente dos meses y medio, entrando y saliendo de la cocina, haciendo sus “lagartijas” y corriendo cuando nos veía o escuchaba. Ya para el tercer mes, en desvergonzada, caminaba cada vez más hacia dentro de la casa. La cocina ya era su territorio y la podíamos encontrar en cualquier esquina, incluso podía permanecer dentro de la cocina mientras cocinábamos. 

Al siguiente mes, chencha había desaparecido, creímos que se había regresado por la pared (¡ella en escaladora profesionala!). Seguimos sin saber de ella hasta que la casa gritó “¡parezco antro ya barranmeee”!, así que me acerque a la puerta de la cocina por una escoba y ahí estaba, trepada en un palo de escoba sin moverse. Claro, como no quise molestarla, no barrí, la casa podía esperar un rato más. CHENCHA se decidía cada día a entrar más a la casa, a entrar y quedar en nuestras vidas.

Para el octavo mes no sabíamos donde encontraríamos a CHENCHA: en la cocina, detrás de la puerta, en la alacena, debajo del refri, detrás del refri, entre los muebles del comedor, pegada a la sillas en la pared e incluso ya se había atrevido a estar debajo de la mesa de comedor. Un día, nos dejo un regalote tamaño “¡asústate!”.

Otro día, arreglando unas cosas en la ventana, me llegó un olor muy particular, CHENCHA se había tomado la suficiente confianza que se necesita para fortalecer una relación: se había pedorread. Mi primer impulso fue decirle “¡CHENCHA, PEDORRAAA, GGGOOOACALAA!”. Acto seguido, CHENCHA se escondió por un buen rato y, al no encontrarla, me puse triste por haberle reclamado sus olores particulares.  Fue ahí que entendí que mi vinculo con CHENCHA iba más allá de solo un animal que moraba en la casa.

Hace dos semanas CHENCHA empezó a estar cada vez mas confiada, se acercaba a la mesa del comedor, y podía quedarse quitita sin importar, incluso, si me sentaba a comer. Cada día había más confianza, se podía quedar a medio pasillo y no moverse aunque estuviéramos pasando por un lado de ella. 

Hace una semana Israel decidió tocarla y CHENCHA se dejo acariciar. CHENCHITA se había vuelto ya un integrante de esta familia.

¡Chencha, Chenchita, Chencha my love, Chenchópolis, Chenchiiiitaaaa! Así como nosotros, ella ya tenia muchas maneras de ser nombrada. Cada día más confiada, el tiempo que Israel la tocaba duraba más. Yo no me atrevía a tocarla, me daba miedo espantarla, que saliera corriendo -o al menos eso pensaba en el momento-. Una mañana me entró la curiosidad del por qué ahora CHENCHA no salía corriendo como antes, por qué ahora si se dejaba tocar e incluso se podía pasar un buen rato a unos centímetros de nosotros. La verdad era muy extraño el cambio; sin embargo, como no soy biólogo, ni veterinario y mucho menos he sido lagartija, (hasta donde mi conciencia me da) para saber si es que algún momento la confianza se gana y un poco del miedo desaparece, no sabía que pasaba, si esto era normal o no.

¿¡Y si esta enferma y se esta muriendo!? Le pregunté a Israel. 

Quizá esta enferma y se esta muriendo lentamente. No lo sabemos. No lo sabíamos. No podíamos saberlo.  

La palabra CHENCHITA se hacia mas presente en la casa, ya nos habíamos enamorado los dos de ella.

El día de ayer, justo después del temblor, empecé a sentir algo que aun no se como definirlo, entre angustia, tristeza, preocupación y un tipo de ansiedad de que algo esta pasando. Una amiga me dice que son mis muertos que llegan a decirme cosas y a contarme lo que pasará. La ganas de llorar se incrementaban, pensaba si alguna memoria corporal del temblor me había puesto en ese estado. Comencé a escribirles a las personas que quiero y amo para saber si estaban bien. Al parecer todo estaba bien. Me quedé un par de horas viendo trasmisiones en vivo del terremoto, el sentimiento seguía presente. Israel estaba en reunión virtual y yo arriba en la computadora. 

Decidí bajar a comer algo para ver si así me calmaba un poco. En el pasillo, bajando las escalares, estaba CHENCHA. Llevaba toda la mañana ahí, se movía muy poco, incluso sus movimientos ya eran un poco torpes. Me acerqué a verla y por primera vez decidí tocarla “¿CHENCHITA, cómo estas?” La acaricié sintiendo sus escamas duras y su cabeza suave. Inhaló profundo, se infló su cuerpo y soltó el aire. Unos días antes me había acercado a verla para observar si era notoria su respiración, nada, no se movía ni un centímetro. Esta ocasión me llamo la atención ese suspiro. Regresé a la computadora y me puse a trabajar un poco. El sentimiento que tenía había desaparecido casi por completo.

Minutos más tarde volví a bajar las escaleras. De nuevo me acerqué a CHENCHA y vi que tenía la boca abierta, nunca la había visto con la boca abierta. Tal vez CHENCHA no había tomado agua. Fui por un palillo, un tapa rosca con agua y me acerque para darle una gota en la boca.

¿CHENCHA? ¡Chenchita!… había muerto.

Intente moverla, en esta ocasión todo su cuerpo se había puesto tenso, duro. La moví en bloque, así confirmé que mi Chenchita, Chencha my love, había muerto.

Esperé a que Israel tomara un break de su reunión para decirle lo que había pasado.

Lloré, lloré y lloré ¿por qué?… Aún trato de entenderlo. 

El sentimiento que se me manifestó después del temblor, se me ha hecho presente en otras ocasiones, todas ellas justo relacionadas con la muerte de un familiar: mi hermano, mi mamá, mi abuela y personas que tienen o generaron un lazo emocional que reconozco. 

Entre el miedo y la tristeza de haber perdido a mi amiga Chenchita no sabia qué hacer, el animo y la energía se me habían ido hasta el suelo. Israel me recordó que teníamos una cita esa tarde, decidí ir y quizá despejar un poco la mente -sí, cada día entiendo más por que utilizamos “el despejar” la mente cuando no queremos pensar en eso que nos abruma-. 

Regresando a la casa, la tristeza volvió. Habíamos dejando a CHENCHA en un periódico, pensando que a lo mejor, estaba haciendo algún proceso parecido a la hibernación o algún tipo de  sarigüeyazo. Me metí a bañar y casi al terminar solté el llanto, un llanto que hace mucho no expresaba. Entre la angustia del sentimiento y el llanto intenso quería entender un poco por qué la despedida de CHENCHA me estaba afectando tanto, ¿Por qué? 

Probablemente pueda relacionarlo un poco con mis grandes despedidas, mi hermano y mi madre. Puede ser que me falta reconocer, vivir, pasar por algún proceso pendiente o que me despeje para poder seguir con mi vida.

 

Gracias CHENCHA my love, porque me brindaste la posibilidad de pensar que quizá uno de los propósitos o el propósito en esta vida sea morir, morir para dar sentido a la vida del otro, morir para reconocer las cosas que uno ha despejado y necesita arreglar, y así entonces quizá, vivir sin la tensión de saber para qué vivir.

 

Te voy a extrañar CHENCHA my love.

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

¡Lo mediano me asquea! MONET.

Reflexión sobre el libro de MONET por Christoph Heinrich. Regresé junto con Israel a la nutritiva y, a la vez, “contaminante” rutina de leer por las mañanas. Nótese que por “contaminante” me refiero a la idea de resistirme a un pensamiento “puro” o “inmaculado” que luego me impida generar anticuerpos. Ahora puedo leer de una manera más dinámica. Me sigue costando un poco de trabajo retener información trascendental, importante y relevante de cada lectura, o quizá recordarla después de un largo tiempo; sin embargo, sigo con la táctica de escribir a mano datos interesantes y pequeñas reflexiones de lo que leo, para ver si así la retención de información y mundos se mantiene con mayor fuerza en mí, quizá, retenida en la primer carpeta, y no en la sub-sub-subcarpeta, dónde sí está la información pero tardo mucho en acceder a ella ¿Falta de memoria o de conexión rápida?   Con motivo de la estrategia de escribir, te quiero compartir algunos datos interesantes de mi lectura del libro que habl

“FORMATEANDO LA SUBJETIVIDAD DE LA DANZA”

“FORMATEANDO LA SUBJETIVIDAD DE LA DANZA”    A- ¿Pudiste ver lo que quise decir con la serie de pasos y movimientos que realice en la obra que presente? B- ¿Con los saltos que estabas dando? A- ¿Te diste cuenta de la realidad de la que quiero hablar y que esta sucediendo en mi contexto? B- Desde donde estaba sentada lo vi de otra manera.   Esta conversación y muchas otras de este estilo, se hacen presente cuando se termina una función o presentación de danza, o cuando se abren espacios para dialogar sobre lo presenciado.  Reconocer lo complejo del lenguaje, los significados, las herramientas y estrategias que implementamos las y los artistas para poder compartir la realidad que habitamos, es una reflexión que constantemente pongo en la mesa durante el proceso creativo:  ¿Será que si se entenderá lo que quiero decir? ¿Será que mi meta-discurso es claro, pertinente, oportuno y necesario de expresar en ese momento, contexto, lugar? ¿Qué tan real es esto que estoy interpretando o hasta don