¡Vestirse como si fueras ir al teatro!
¿Cómo es, en tiempos de pandemia, ir al Teatro?
¿Cuál sería la intención de vestirse particularmente para ese evento?
Comenzó la sesión, 19:05pm y me habilitan la entrada a la Sala de Zoom, empiezo a observar a mis amigos/compañeros del Diplomado, cada uno asumiendo la indicación de vestimenta de manera particular; elegantes, maquilladas, de corbata o de blue jeans, resaltando sin duda la belleza ya compartida desde hace semanas.
Salomón nos invita, después de calentar bailando -guiados por Mariela Valdebenito- y mirar(nos) en distintas direcciones -ejercicio que propuse-, a tener una cita virtual, un tipo de “voyerismo virtual consensuado”. La aventura consistía en observar a un amigo del grupo fijando su video en la pantalla, alguien te observaría a ti, pero ninguno sabría quién vio a quién.
Se apagaron las cámaras, comenzó a sonar en la pantalla “Sweet Little Lie” de Nils Frahm, se observaban los nombres y algunas imágenes de los 25 participantes en la sesión de Zoom. Alicia decide prender su cámara primero para, después de unos segundos, apagarla. En mi cabeza, pensaba: ¿esperaré a alguien? ¡ya paso un minuto! ¿qué tan relativo es el tiempo?... Decidí no esperar más al encuentro y encendí mi cámara con la emoción de encontrarme con aquella(s) mirada(s), aquel cuerpo que quizá, y solo quizá, podría conectar virtualmente conmigo.
Encuentro a mi primer amiga y fijo el video, ella decide bailar, compartir una danza de cuerpo completo; tan honesta que al inicio me dejo sin palabras. Recordé la posibilidad que nos dio Salomón de poder hablar, quizá alguien entendería o conectaría con las palabras más allá de solo mi imagen, así que comencé a platicar con ella -mi primer amiga-, esperaba su respuesta mientras seguía platicando. Le agradecí y busqué a un amigo que regularmente no veo en video en las sesiones del curso; él estaba bailando sentado, moviendo las manos de una manera particular que me envolvió en el primer segundo. La honestidad de lo que compartes para ti, para el otro, para los otros o para nadie, el cuerpo no miente -pensé-.
Cambie de amigo y busqué a otra amiga, ella estaba sentada, realizando movimientos pequeños; en algún momento llegué a pensar que sí estábamos charlando, que nuestra conversación estaba siendo consciente de el uno con el otro.
4:45 minutos de canción. Comenzaron a encenderse los videos, mi mirada estaba borrosa por algún motivo que aun no entiendo (estoy escribiendo esto a un par de horas después de realizar la actividad).
Los cuatro minutos y tantos que dura la canción pasaron en un suspiro, suspiro que, al regresar a la pantalla colectiva se volvió llanto, un llanto profundo, conmovido, en eso momento quizá por influencia de la música, o por la honestidad de los movimientos que observé, o por la “charla” que compartí.
¡Qué bella posibilidad nos da la tecnología de “acercarnos” al cuerpo del otro, al espacio del otro, al pequeño gran mundo que puede/quiere compartir!
Termino el día bañándome como ritual para agradecer y soltar lo vivido en el día, entonces llega a mí la sensación del llanto al final del ejercicio, intento profundizar en él y me viene a la memoria mi madre y mi hermano que ahora se encuentran en la infinitud de este mundo quizá.
Tener la posibilidad de conectarme con ellos de manera virtual,
hubiera sido una buena noche de teatro.
¡Gracias Salomón!
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